Solemos creer que la sexualidad está anclada a la juventud, pero en verdad ese no es más que otro mito de los tantos que vamos desvelando. Cuesta concebir un sexo activo y placentero en edades maduras, esto ocurre porque no está normalizado. La sexualidad no caduca, ni deja de ser una necesidad y un medio de disfrute en la vida de las personas. Primero debemos separar sexualidad de reproducción. No es el único fin, ni debe serlo. La sexualidad puede llevar a la reproducción, pero su fin principal es la búsqueda de placer y generar vínculo. Al cambiar este concepto y entender también que no reducimos la sexualidad únicamente al coito, entonces comenzamos a comprender que nada tiene que ver con nuestra edad. Por supuesto que el ritmo va a cambiar, como su frecuencia, pero no más ni menos de lo que se alteran las otras actividades. La calidad no baja, por lo que no hay que confundir calidad con cantidad, como quizás ocurre en la juventud. Por supuesto se presentan cambios en los cuerpos y por ende en la actividad. En los hombres suele haber más dificultad para tener una erección, lo que no significa que no se puedan llegar al coito o a la eyaculación. Se prolonga también el tiempo refractario, donde la persona se recompone para poder volver a tener relaciones. En las mujeres, por otro lado, se produce una menor flexibilidad en la vagina. Al bajar los estrógenos los fluidos cuestan un poco más y al clítoris se le puede dificultar la erección. Aceptamos los cambios fisiológicos, estos son innegables, pero eso no debe ser una limitación sino una condición para disfrutar desde otros lugares, y otras formas. La sexualidad incluye los juegos, las caricias, los preliminares, la masturbación. Por ello la imaginación y creatividad son importante en todas las etapas. Lo que no debemos es negar que el deseo está, y que es tanto sano como natural que se manifieste. Es erróneo pensar que no hay deseo o que hay desviaciones sexuales. La sexualidad no se pierde, estos son mitos. Lo positivo de este sentir es lo que hay que realzar y no callar. Todos y todas buscamos, merecemos, y queremos recibir amor y afecto, sin importar nuestra edad.
Cómo vivan su sexualidad de grandes dependerá de cómo la hayan vivido en su juventud. La educación sexual que se haya recibido y el contexto en el que se vivió: si se han cuidado, si han alimentado la búsqueda de su placer, si han buscado conocer su cuerpo. Esto les dará la oportunidad de permitirse escuchar su deseo. Muchas personas mayores tienen miedo de ser juzgadas, sobre todo por sus hijos o hijas. Temen que no los y las comprendan. Se suele dar por hecho que no necesitan más de su intimidad y que no desean. Hay que decir también que algunas personas llegan a conocerse en ese ámbito de intimidad recién llegados y llegadas a la vejez. Entonces no hay que negarles el deseo, no está ni bien ni mal sentir las ganas, lo importante es no reprimirlo y permitir normalizarlo. El hablar de estos temas permite ver que mientras estemos vivos y vivas tenemos el derecho de vivir libremente nuestra sexualidad, sin avergonzarnos de ello. Hay que ayudar a ver la sexualidad como un contacto corporal, como un intercambio de afecto. En la vejez se está capacitado para mantener una vida sexual plena y es tanto normal, como natural y necesario hablar de ello.